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Adiós veroño, me tenías hasta el moño

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El día que me levanté (hace unas tres semanas) y oí eso del veroño, dije… pero qué…leches!

Yo, que como Serrat nací en el mediterráneo, ya tenía mi método establecido. A mí este hastag (#veroño) me ha pillado fuera de juego. Tenía claro que una vez acababa agosto a septiembre le quedaban 15 días buenos. Después, siempre venían las primeras brisas frescas de la mañana, que nos hacían quitarnos las sandalias y descolgar de la percha la “rebequita”. Aparecía tonteando sobre el 29 de septiembre el famoso veranillo de San Miguel, impidiendo que nos olvidáramos aún del verano. Pero llegaba octubre y ya colgaban de nuestros brazos las chaquetas quitapon-quitapon, las capas de cebolla y los paraguas de colores. Se plantaba el día de todos los Santos, matemático e infalible, sol a raudales. Siempre me imaginaba que todos los que nos guardan en el cielo se ponían los dedos en las sienes en posición de concentración e iluminaban nuestro camino. No sea que nos fuese a olvidar llevarles flores.

Está claro que lo de este año no ha sido normal. Me parece que he visto más promociones de chaquetas, que en plena temporada de rebajas. Yo veía los cuellos de lana y me entraban los sudores. Hasta antes de ayer. Ese fue el punto de inflexión. El domingo los tirantes gozaban a sus anchas desde el Cantábrico hasta Tarifa. Antes de ayer ví a medio mundo con botas de agua y tonteando con los plumíferos.

A mí, que me encanta la ropa de entretiempo me han sacado fuera de juego. Esta misma mañana sin ir más lejos se me han juntado en el suelo unas sandalias de tacón, con unas botas hasta la rodilla. Se me han cruzado los cables y ya no sabía si es que tenía que ponerme una en cada pie.

A mí este 6 de noviembre me ha pillado sin hacer el #cambiodearmario. Hoy a la desesperada y a riesgo de llegar tarde al trabajo o con un buen chichón en la cabeza, me ha tocado encaramarme al altillo del armario para bajar las dichosas botas. El Míster de metro noventa que os presenté el primer día había ya abandonado el hogar marital. Cuando me lea se enterará de que ha tenido a la mujer a punto de descalabrarse.

A mí este palabro inventando (#veroño) me ha roto muchas ilusiones. Casi no he usado la colcha y estoy pensando en que hoy mismo pongo el nórdico. No hay derecho! Quiero que venga el otoño, que alguien le explique que todavía tiene tiempo, que le digan que llega! que hasta el 21 de diciembre le corresponde esta estación! que quiero ponerme las bailarinas, la chupa marrón de cuero, las faldas y las medias finas.

Me ha faltado entrar en el supermercado para ver los turrones y que la vecina de abajo me haya colocado una ristra de luces de colorines anunciándome que viene la navidad, para fastidiarme el día. Socorro!

Me he perdido las hojas por el suelo, los charcos inocentes, el cardigan colgado del bolso por la mañana y tapándome los brazos por la tarde.

Adiós veroño, adiós! Ya tenía ganas de perderte de vista. Pero que venga el otoño, que aún le quedan 45 días. He dicho.

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