Les confesaba el otro día que adolezco de un problema serio. Tengo la mala costumbre de asumir funciones por encima de mis posibilidades temporales. Me cuesta decir que NO a muchas cosas. Sobre todo por miedo a poder necesitarlas en un futuro. Por miedo a cerrar una puerta sin saber si del otro lado echarán el pestillo. Así, voy acumulando tareas, al ritmo que engorda mi mala gestión del tiempo y me faltan momentos «all bran» en los que expulsar todo lo que se me va ocurriendo.
Pero no pasa nada, porque cuando estoy en lo más alto de esa montaña llamada desespero, aparecen en mi cabeza 3 frases muy sabias:
«el pelo crece», «los problemas pasan» y «el tiempo vuela».