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Terminar a la vez está sobrevalorado

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Mantener y escribir un blog nunca ha sido fácil. A los hechos me remito. El post de hoy lleva tiempo de investigación de campo, análisis de métodos, trazado de dibujos y conversaciones de puesta en común. Y es que el post de hoy no lo escribo sola. Estaba terminando 2.014 y entre el champán y las uvas mi amigo Mr.Bird y yo nos dimos cuenta de que teníamos un “problema” común. No tenemos una relación perfecta con nuestras parejas. No conseguimos terminar a la vez. Efectivamente, lo han adivinado. Los dos convivimos con un comelento. Permitan que les explique…

Comelento: adj. coloq. Persona que dedica un tiempo más amplio del habitual a la ingesta de alimentos, provocando cierta desesperación a sus acompañantes de mesa.

Si a usted, amigo lector, le suena ajena esta definición, le envidio. Le envidio una vez al día. De lunes a viernes. Le envidio dos veces al día los fines de semana y las fiestas de guardar. En vacaciones es una envidia continua.

Cuando empezamos a vivir con nuestras respectivas parejas pensábamos que los tiempos comiendo o cenando juntos en nuestro hogar serían un momento para contarnos nuestras anécdotas del día, para compartir nuestras inquietudes y pasar unos minutos de complicidad. Nadie nos habló de los desesperantes quince minutos de espera para poder sentarnos en el sofá sin tener que dejar al otro comiendo solo. No habíamos visto nunca a nadie masticar el agua ni beberse un lomo a la plancha.

Visto que no conseguíamos incrementar su velocidad de crucero tras años de compartir mesa, decidimos investigar algún método que pudiera servir a los lectores que padeciesen como nosotros este atolladero día sí, día también. El resultado han sido seis duros meses a base de experimentos. De ensayo-prueba-error. De vivencias que bien nos podrían valer el premio Nobel. De la Paciencia.

Si usted está pasando por lo mismo, esperamos que le sirva nuestra experiencia. La hemos sintetizado en tres métodos y una única conclusión.

MÉTODO 1: Si no puedes con el enemigo, únete a él.

Objetivo: Este método consta, básicamente, en comer al ritmo del comelento. Se trata de dar una cucharada a la vez que él, de esta forma acabaríamos al mismo tiempo.

Inconvenientes: En teoría suena bien pero llevarla a la práctica es muy complejo debido a que hay que estar sumamente concentrado en la labor que conlleva. A la mínima distracción por nuestra parte, aflora nuestro ansia por comer y nos damos cuenta de que hemos ingerido cinco cucharadas por una de nuestro rival. La idea de intentar alargar los tiempos entre cucharadas mirando el móvil hizo que el comelento además se sintiera ofendido.

Resultado: Cuatro comidas. El móvil requisado. La paciencia por los suelos.

MÉTODO 2: El monólogo total.

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Objetivo: Intentar que el comelento no se distraiga en absoluto. Que no hable. Que no vea la tele. Que no juegue con la comida. Que no se despiste en modo alguno de masticar cincuenta veces antes de tragar cada bocado. Hay que monopolizar la conversación cueste lo que cueste. Si los quehaceres de nuestro día no han sido tan intensos como para hablar de ellos durante treinta minutos seguidos, se inventan.

Inconvenientes: Se necesita mucha preparación puesto que durante todo el día tienes que estar anotando ideas para arrojarlas en el momento de la batalla.

Resultado: Después de dos sesiones de monólogos uno se agobia de tanto trabajo. Dos lipotimias. Y xerostomía.

 MÉTODO 3: El ladrón de víveres.

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Objetivo: Robar comida al comelento para que finalice antes su labor nutritiva. Lo sé, éste es un método un tanto desesperado y ruín, pero el problema que abordamos también lo es. Una variante del mismo puede ser la de servir la cena en platos comunes. En una ocasión, hice una ensalada y la serví en un único plato aliñándola con cierto romanticismo: “¿compartimos la cena, como cuando éramos novios?”.

Inconvenientes: 1. La dieta. Tengo que comer mi ración y parte de la de mi acompañante. 2. El amor. Mucho romanticismo tengo que condimentar para comer de la misma fuente noche tras noche (no somos perros, ni esto es la Dama y el Vagabundo). 3. El hambre. El comelento se da cuenta de que está comiendo menos de lo habitual y prefiere volver unilateralmente a los tradicionales platos individuales.

Resultado: Dos días de pruebas y dos kilos más para perder de vista.

Conclusión: Tras varios intentos por terminar a la vez se nos agotó la creatividad al respecto. Así que volveré a la observación resignada de mi plato vacío mientras mi querido comelento sigue a lo suyo. Después de todo, el terminar a la vez está sobrevalorado.

Y ustedes, ¿conocen algún comelento? Le rogamos que si tiene algún método de disuasión que nos ayude a mejorar nuestras vidas, haga circular la información.


Mrs. Maple y Mr. Bird

P.D. Si usted es un comelento esperamos no haber herido sus sentimientos.

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