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Mind the gap

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Este ha sido un verano de los buenos. De esos de antaño que sabían a desayunos de 30 minutos, a largas siestas, al “mamá, me aburro”, al cola-cao de la tarde, a encontrarte arena en las sábanas por la noche, a ver estrellas el día de San Lorenzo, a descubrir un sitio nuevo entre la variedad de lo cotidiano y a encontrarse con un chaparrón inesperado. Un verano de esos de pasar calor y frío al mismo tiempo.

Seguro que para no romper la tradición ya han leído o escuchado alguna noticia relacionada con el “síndrome post-vacacional”. Pero, yo soy de la opinión de que si uno ha conseguido relajarse, disfrutar y olvidarse del tic-tac ritmoso de las horas, no hay crisis que valga. Las vacaciones tienen lo bonito de lo efímero. Si no fuera así, no las desearíamos tanto.

Al trabajo, hay que volver con calma. Con alegría. Hay que ponerse guapos el primer día. Lucir moreno. Percibir el remanente sabor de los tintos de verano en el fondo del paladar. Fijarse en esas lorzas que no mienten, cuando intentamos, por no ofender, decir que han sido unas vacaciones “normalitas”. Repasar las fotos. Sacar a colación en nuestras conversaciones las frases de los libros que leímos. Comentar las historias que escuchamos en la radio. Narrar las curiosidades de un viaje. Y hacer humor de las anécdotas vividas.

Este año me propuse seguir varios trucos para la vuelta a la rutina. Lo pensé después de que Don Decidido me preguntara cómo tenía pensado afrontar la realidad y tras varios whatsapps de familiares, que me planteaban cuestiones acerca de una alimentación más sana. Todo el mundo era consciente del “september is coming”. Así que me puse a pensar en algo que no me había planteado nunca y concluí en estas tres claves.

1. Tres días antes del fatídico día V (de vuelta) poner el despertador a una hora cercana a la de levantarse. Cada día un poco más cerca de la verdadera hora F (fatidíca, fastidiosa, forzada). Así el susto ese día es menos y aprovechan los últimos días de vacaciones muchísimo más. Ya saben que a quién madruga…

2. Establecer tres objetivos cada día (al principio), cada semana (después), entre los que uno tiene que ser una tarea (sí, desgraciadamente hay que hacer de todo), otro tiene que ser algún hobbie/deporte/algo divertido (cada uno le destinará las horas o minutos que considere), y el último tiene que ser algo que sirva para adecentarse (una comida más ligera, una limpieza de cutis o un corte de pelo, da lo mismo). En verano nos abandonamos. Hay que reconocerlo.

3. Hacer/emprender algo nuevo. Si algo tiene el verano es que hacemos cosas distintas. Por eso a septiembre se le llama también el mes de los propósitos. ¡Así están los gimnasios! ¿Y esos coleccionables de los kioscos? ¡están fundamentados en este hecho! ¿De qué viviría si no Planeta DeAgostini?. Seguro que nadie se había planteado conocer más a fondo el maravilloso mundo de los minerales. O montarse una casa de muñecas a los 40.  Pero necesitamos seguir con los retos y entretenimiento que nos dejó el verano. La niñez tenía la incertidumbre de no saber lo que traería por delante el nuevo curso, ¿cómo serían los libros?, ¿con quién nos tocaría compartir pupitre?. Así que no nos preocupábamos tanto. Algo cambiaba, seguro. De mayores queremos seguir sintiendo lo mismo. Quien dice hacer algo nuevo, puede ser montarse un álbum de fotos (de paso les sirve para recordar que tuvieron vacaciones), o irse a ver el estreno de una peli. Cosas sencillas.

La cuestión es tener cuidado con el agujero negro que hay entre el andén de las vacaciones y la máquina del tren de trabajo. Si han estado en Londres habrán oído, MIND THE GAP.

Por el momento hoy conseguí levantarme a las 7.30 a.m. Rompí la barrera de la pereza y fui a nadar a la piscina. Comí una ensalada y un filete de pavo. Me quité cuatro pelos mal nacidos. Y ahora estoy escribiendo este post. ¿qué les parece?

Cuéntenme ¿cómo afrontan la vuelta al trabajo/rutina? ¿algún otro truco que nos ayude a no desfallecer?

Siempre suya,


Mrs. Maple 

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