Hoy recupero el martes de boda para contarles que yo fui una novia con corona. Y no es que sea reina. Ni princesa. Ni tengo ganas de serlo. Es lo que tiene ser una follower empedernida. Veía en los blogs (sobre todo extranjeros) la moda de las coronas de flores para novias y me volvía loca. Cuando llegó el momento de elegir vestido y tuve claro que me quedaría con aquel modelo tan lacio, caído, de estilo años 20, no pude imaginar un complemento mejor para mi cabeza.
Desde entonces, esto de los tocados se me ha ido de las manos. A los hechos me remito. Llevé un casquete en el primer enlace civil al que asistía como invitada este año. Me planté con un canotier en la segunda boda católica, apostólica y siciliana. He llevado sombrero todo el verano. Buen papel me ha hecho. Y ahora me ha dado por los turbantes.
El caso es que después de descartar mantillas y velos para la boda por lo civil, no encontraba nada más desenfadado y alegre, a la par que elegante, que una corona de flores naturales. Sabía que era arriesgado. Sin embargo, era lo único que tenía claro que me encantaría lucir para aquel día. El problema es que no sabía cómo me iba a quedar. Por suerte, tuve fácil (y cerca) encontrar lo que quería. Descubrí que el Jardín de Mamá Ana, por el que tantas veces había pasado sin tener excusa para entrar, tenía la solución para mí. Una corona de flores preservadas en colores empolvados. Había que crearla desde cero, así que no me la podía probar. Pero mi encargo no podía estar en mejores manos que en las de Carmen. Ella siempre estaba ahí para centrarme y hacerme ver, que aquello que estaba creando era una pieza única y exclusiva para tal acontecimiento.
Recuerdo que el día que fui a recogerla me pareció demasiado grande, pero Carmen me dijo que no le quitara ni una flor, porque una vez vestida de blanco la cosa cambiaría. No le faltaba razón.
Aguantó perfecta todas las lágrimas, las risas, los abrazos y los bailes que nos marcamos. Que no fueron pocos. La tocaron cientos de veces. Me preguntaron por ella, casi de lo que más.

Tan especial fue para mí este complemento, que una vez pasado el día B, decidí que aquel elemento formaría parte de la decoración de mi casa. Evocándome siempre buenos recuerdos.
Una vez más ikea estaba para darme la solución, con su marco Ribba de 50×50 cm de doble fondo, donde la corona encajaba a la perfección. Voilà!

No sé si algún día volveré a celebrar algo parecido a una boda. Quizás algún aniversario se preste a volver a darnos los votos. Pero quedan muchos eventos en los que disfrutar. Así que la próxima semana les traeré una de coronas de flores para invitadas 🙂 por si se animan a seguir esta tendencia.
Siempre suya,
Mrs. Maple
Siii, un post de coronas para invitadas??! En octubre tengo una boda y se me ha antojado una! Inspirame, xfavor!
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Sus deseos son órdenes. Next week!
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preciosa tu corona, pero yo conociéndome no la hubiera guardado, seguro que me la hubiera plantado otra vez a la menor ocasión (si quiero que me inviten a una boda ibicenca para volver a ponerme mi vestido de novia…)
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Pues no se crea que no lo he intentado. Pero siempre me recordaba demasiado a ese día y no me encontraba con ella para otra ocasión. En cualquier caso se mantiene tan bien que no descarto sacarla a pasear a otro evento.
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Preciosa su corona!!! Casi tanto como usted! Espero el.post de coronas para invitadas con ansia, y un evento para hacerme con una!
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Se ha retrasado este post intentando buscar buenas ideas. Seguro que le saldrán eventos.
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